CICLO ‘LEGADO FABIÁN ESCALANTE’ 45 / ABRIL – JUNIO 2024
Proyecto de remate de la torre de la Colegiata de Medina del Campo
Eusebio Rodríguez Medina, arquitecto
Medina del Campo, 29 julio 1844

Tinta sobre papel / 44 x 32 cm 
Archivo Municipal de Medina del Campo. AMMC, D, C 994-8884



El chapitel que originariamente tuvo la torre colegial de San Antolín podemos verlo en la conocida vista de Anton Van den Wyngaerde de 1565 y, en palabras de López Ossorio (1610-1616), era un “chapitel de hojadelata, escamado y en ochavo y sobre él una linterna á proporción del chapitel, también ochavada, y por remate una Cruz muy grande con tres bolas que disminuyen, doradas, harto grandes”. Esta disposición se mantuvo hasta el 13 de julio de 1838, día en el que un rayo que cae en la torre «incendia parte de la veleta y cubierta de pizarra del sombrero… bajando por la capilla de Quiñones y repartiéndose en partes«, según escribiera Francisco Rodríguez Alonso (abuelo del historiador Ildefonso Rodríguez). Ante las numerosas reclamaciones ocasionadas por la “falta de hora”, un año más tarde, en junio de 1839, el Ayuntamiento –recuérdese que el reloj de la villa es de titularidad municipal- ordena un reconocimiento y tasación de los daños causados en él, actuando como peritos Manuel Salgueiro y Basilio González quienes dictaminan un gasto de 2.000 reales para “la compostura de la veleta, chapitel de la torre y sombrero de la campana del relox”.

Tras numerosas convocatorias oficiales para la concesión de las obras y la ausencia de posturas, se realiza una nueva tasación y se anuncian varias ventajas que culminan con la adjudicación de las obras, en mayo de 1840, a los gallegos José Otero y Basilio González, quienes se comprometen a “componer de empizarrado el Nabo de la torre de la Colegiata en las partes en que se halle desnudo: Armar de madera y empizarrado el sombrero de la misma torre en la parte dañada por la centella y alguna obra que haga falta: Cubrir de hoja de lata la cornisa o zócalo del Nabo: Componer de pizarra los dos sombrerillos de los hombres del relox y de los carneros,…” (AMMC, D, 994-8884). Sin embargo, el 20 de agosto de 1841, a las cuatro de la tarde «habiendo caído otro rayo ó exalación en la misma parte de la Beleta con un fuego sumamente grande concluyó con todo lo que quemarse podía, quedando solas las paredes de la torre, quedando las campanas, máquina del imponderable relox en el piso de Bóbeda primero. La campana del relox cayó al frente al medio de la capilla mayor y rompiendo tejado y Bóveda por su grande peso de 90 arrobas, y elevación, quedó hecho pedazos en el suelo«, según la citada crónica de Fernández Alonso.

La siguiente documentación municipal que encontramos al respecto es la que acompaña al plano que mostramos; data de 1844, y es la que recoge las obras definitivas de las que resulta la disposición que actualmente contemplamos en lo alto de la torre colegial, literalmente: “el remate de la obra de la torre y compostura del Relox de la Colegiata, hecho en 10 de septiembre de dicho año de 1844”. El proyecto está firmado por el arquitecto de Valladolid Eusebio Rodríguez Medina, quien lo presenta el 29 de julio de ese año, planteando la estructura de “un templete de yerro” que, con ligeras alteraciones, es la que ha llegado a nuestros días. Respecto a los componentes del reloj, en la oferta pública de ejecución de la obra, se anuncia que el Ayuntamiento “dará al rematante la madera para la construcción de los Maragatos y carneros para el reloj, quedando estos perfectamente vestidos de plomo para su conservación”. Tras varias convocatorias fallidas, el 10 de septiembre se hace cargo de las obras, por 13.500 reales, el maestro relojero Bernardo Albán quien especifica una serie de condiciones de intervención citando “la rueda del canto, la contrapotanza, las paletas, el castillo y los cuerpos de horas y de cuartos” de la nueva maquinaria. El expediente concluye con el certificado de Julián Sánchez García, arquitecto Mayor Titular de la ciudad de Valladolid, quien reconoce y aprueba las obras el 17 de octubre de 1845.

Antes de que acabe el siglo XIX, habrá una nueva intervención importante en el “reloj de la villa”; se realiza entre 1893 y 1894 y es precisamente en la que se sustituye la maquinaria del antiguo reloj –quizá el atribuido a fray Francisco de Salamanca- por uno nuevo de dos esferas importado de Francia. Las obras las dirige el arquitecto Ricardo Cuadrillero, las ejecutan el maestro Cristóbal Gómez y el herrero Ángel Caracol, encargándose de la instalación de la nueva maquinaria el reconocido relojero medinense Alberto Rodríguez Rodríguez.

Antonio Sánchez del Barrio


BIBLIOGRAFÍA

LÓPEZ OSSORIO, Juan, Principio, grandezas y caída de la noble villa de Medina del Campo, de su fundación y nombre que ha tenido hasta el tiempo presente (1610-1616), en Rodríguez Fernández, Ildefonso, Historia de la muy noble, muy leal y coronada villa de Medina del Campo. Madrid, Imp. de San Francisco de Sales, 1903-1904, pp. 5-348.

RODRÍGUEZ CASTRO, Francisco y Manuel, Notas para la Historia de Medina, en Rodríguez Fernández, Ob. Cit., 1903-1904, pp. 467-518).

SÁNCHEZ DELBARRIO, Antonio, La Plaza Mayor de Medina del Campo. Valladolid, Fundación Museo de las Ferias, 2011, pp. 26-27.


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