Santa Teresa de Jesús
Gregorio Fernández
Hacia 1625
Madera policromada / 172 x 103 x 85 cm
Museo Nacional de Escultura. Valladolid
Como ya es habitual cuando una gran exposición ocupa los espacios del Museo de las Ferias, la actividad “La Pieza del Mes” se convierte en una magnífica ocasión para destacar algunas de las obras más importantes de la muestra. En este caso, con la instalación en el Museo de la Exposición «Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz: El encuentro», se ha decidido resaltar una de las principales obras artísticas: la escultura de Santa Teresa de Jesús, realizada por Gregorio Fernández.
Aunque hacía ya tiempo que la imagen de Santa Teresa se había divulgado a través del grabado y la pintura, incluso más allá del estricto ámbito de la orden carmelita, el proceso de beatificación iba a requerir su representación en el campo de la escultura como medio principal y más tangible para el desarrollo de su culto.
Como es también lógico, fueron varios los escultores que recibieron encargos en las diferentes poblaciones donde se ubicaban los conventos, siguiendo siempre un esquema iconográfico previamente consolidado en el que se representaba a Santa Teresa en su faceta de escritora, con la pluma en la mano derecha y el libro en la izquierda, y la mirada elevada hacia lo alto para indicar la inspiración divina.
Sin olvidar otras tallas verdaderamente notables, como la realizada por Esteban de Rueda para las Carmelitas Descalzas de Toro, se considera a Gregorio Fernández como el principal creador del modelo en la escultura castellana a través de una serie piezas de tamaño natural en las que, dentro del esquema iconográfico citado, se manifiestan diferencias estilísticas y también de calidad, que en algunos casos evidencian la intervención del taller. En este sentido, desde hace tiempo se han resaltado las esculturas realizadas respectivamente para los conventos de descalzos y calzados de Valladolid como las dos versiones de mayor calidad. En la Santa Teresa del Carmen Descalzo, actualmente Santuario de Nuestra Señora del Carmen Extramuros, realizada según Urrea hacia 1615, todavía se aprecian rasgos de la primera etapa del escultor, que se evidencian en el predominio de la elegancia de la figura y la riqueza de su policromía, con motivos esgrafiados en todas las prendas del hábito.
Por el contrario en la escultura aquí expuesta, realizada para el Carmen Calzado y conservada en el Museo Nacional de Escultura, se produce un marcado giro hacia el realismo que se corresponde en el estilo de Fernández con una fecha cercana al año 1625, momento en el que se conoce con certeza su existencia. Su rostro se aproxima mucho más al conocido retrato realizado en vida de la Santa por fray Juan de la Miseria, y un elemento como el libro adquiere mucha más verosimilitud, al lograr reproducir el cuero de la encuadernación o la flexibilidad de las gruesas hojas de papel, doblado en una de las puntas. En el texto sólo es legible en el encabezamiento el nombre de su confesor, Pedro de Alcántara, aunque parece añadido posteriormente. Por último, en la policromía predominan los tonos planos, solamente animados por cenefas con labores en oro que adquieren un particular protagonismo al cruzar el manto y dejarlo sujeto bajo el libro, como si estuviera prendido por un alfiler. Ese dominio del plegado se aprecia también en la caída del velo sobre la parte posterior, captada con gran elegancia.
Es lógico que esta versión, mucho más acorde con los planteamientos del barroco, fuera la de mayor éxito en la escultura posterior, hasta el punto que la gran mayoría de las imágenes que representan a la Santa derivan de ella. Por todos estos motivos, se puede concluir que es realmente difícil encontrar una obra más adecuada a la hora de reflejar en una exposición el culto a Santa Teresa.
José Ignacio Hernández Redondo
Conservador del Museo Nacional de Escultura