La Piedad Juan de Juni
Este extraordinario grupo de La Piedad, una de las principales piezas del patrimonio artístico medinense, está admitido unánimemente como obra original de Juan de Juni, y siempre se ha supuesto que fuera el relieve central de un retablo actualmente perdido, encargado hacia 1575 por el rico mercader y cambista Francisco de Dueñas para presidir la capilla de su singular villa de recreo conocida como Casa Blanca, en las inmediaciones de Medina del Campo, obra excepcional de los Corral de Villalpando, artistas con los que Juni colabora en varias ocasiones. La prueba evidente de dicho encargo, la encontramos en el propio testamento del genial escultor, otorgado el 8 de abril de 1577, en el que puede leerse -cuando hace referencia a las obras de reciente ejecución aún no cobradas- lo siguiente: «Yten declaro que yo hize un rretablo y un cristo por mandado de francisco de dueñas hormaza vezino de medina del campo. El rretablo para una capilla de la huerta del dicho francisco de dueñas donde le asente y el cristo que dixo hera para un fulano quadrado su deudo…«. Este fragmento dio la pista propicia a los primeros especialistas que analizaron la obra –por cierto, la única que se conserva de Juni en la villa-, para considerar nuestro relieve como pieza integrante de dicho conjunto de la Casa Blanca. También se tuvo en cuenta otro factor añadido: la propia concepción artística de la obra, que hace que deba situarse cronológicamente en las postrimerías de la vida de Juni, cuando el artista trata de reflejar en sus obras una serenidad y sosiego, no muy frecuentes en piezas de períodos anteriores en las que prima la expresividad y el dramatismo. En efecto, estas últimas características, tan lejanas en la obra que abordamos, las encontramos en el pequeño grupo de La Piedad del Museu Frederic Marès, terracota policromada fechada hacia 1537 y correspondiente a la etapa leonesa de Juni (Martín González, 1996, pp.145-146); es sin duda una obra de fuerte carga expresiva y paños llenos de pliegues muy movidos. Más cercana a la concepción artística de La Piedad medinense es la del monumental relieve de la catedral segoviana dedicado al Santo Entierro, también obra tardía de Juni, con el que comparte semejanzas de carácter compositivo evidentes -fueron puestas de manifiesto por Weise, en 1925, y Agapito y Revilla, en 1929, primeros autores que estudiaron nuestra pieza-, así como su ejecución sobre soportes de madera de muy escaso espesor, circunstancia que no condiciona al artista para conseguir conjuntos de gran profundidad y sensación de volumen, demostrando un absoluto dominio de la técnica. También presenta grandes analogías con otro relieve que representa el Llanto sobre Cristo Muerto y que se halla en la catedral vieja de Salamanca; esculpido en piedra y de composición invertida al que abordamos, la forma de encajar la cabeza de Cristo en la pierna de su madre es del todo similar y delata una misma concepción formal; se diferencian en el mayor grado de patetismo que muestra el grupo salmantino debido, quizá, a su más temprana ejecución. Muchos han sido los artículos y estudios monográficos que se han referido a este grupo de La Piedad medinense; a los ya citados, publicados en los años veinte, hemos de añadir los de otros especialistas como Pérez Villanueva, García Chico, Camón Aznar, etc., y las más recientes aportaciones de Martín González, Díaz Padrón y Hernández Redondo. En todas ellas, se ha destacado la gran calidad de la pieza, en la cual Juni consigue transmitir una sensación de serenidad deteniendo el movimiento de los personajes. La Virgen, cubierta por un manto azul de suaves plegados, presenta una postura algo forzada sosteniendo el cuerpo inerte de Cristo sobre su pierna izquierda, que mantiene levantada; le rodea la cabeza con un brazo casi insinuado y, al tiempo, alza con delicadeza la mano derecha de su Hijo para mostrar la llaga ensangrentada, a la cual dirige la mirada. Por último, apuntemos muy resumidamente los datos que conocemos de la historia particular la pieza: si admitimos que formara parte del retablo perdido de la Casa Blanca, desde allí se trasladaría en un momento indeterminado al convento de Ntra. Señora de la Visitación, de dominicas fajardas, desde donde pasaría más adelante a la iglesia de la Vera Cruz donde la reconocen como «Virgen de las Angustias» los cronistas locales Moyano (en 1891) y Moraleja Pinilla (la sitúa en una hornacina, junto al retablo de San José, en un inventario manuscrito de 1911). Por último, hacia 1960, con el derribo del citado templo se traslada a la Colegiata de San Antolín, donde es venerada sucesivamente en las capillas de Quiñones y de la Virgen del Pópulo, antes de depositarse en el Museo de las Ferias, donde puede contemplarse en la actualidad. Antonio Sánchez del Barrio |