Nacimiento
Taller malagueño
Finales del siglo XIX
Corcho, papel, cartón, vidrio, textiles, conchas, elementos vegetales y barro cocido y policromado
57,5 x 43 x 55 cm
Colección Nacimiento Tradicional Peña Martín. Zamora
Los antiguos nacimientos españoles, como este malagueño, se caracterizaban por su carácter narrativo, en los que, como relato continuo, aparecían representados en el mismo espacio diferentes episodios evangélicos, como la anunciación a la Virgen María, el sueño de San José, la petición de posada de la Virgen María y San José en Belén, el nacimiento del Niño Jesús, la anunciación a los pastores, la huida a Egipto de la Sagrada Familia, etc. Como consecuencia de ello, las figuras de la Virgen María, San José y el Niño Jesús se repetían en varias escenas, que, además, tenían lugar en diferentes localizaciones, tales como Nazaret, Belén, Jerusalén, etc. Este simulacro del nacimiento de Cristo no implicaba, por lo tanto, una recreación realista de los lugares y paisajes evocados, sino que lo que se resaltaba era el carácter extraordinario de las escenas representadas. Ejemplo de ello es que en una de las grutas que conforman este paisaje sagrado se encuentra la figura de un ermitaño en atenta lectura de las sagradas escrituras, como símbolo de la conveniencia de la meditación y el sacrificio, así como de la espera de la venida al mundo de Cristo. El nacimiento contiene referencias simbólicas al mundo celeste y a la divinidad, como la presencia divina en el respaldo de la cuna del Niño Jesús, materializada en la gloria o nube con el haz de rayos. La Virgen María y San José se encuentran arrodillados y orantes en adoración de su hijo, del Hijo de Dios hecho hombre, que se muestra desnudo en el pesebre, mostrando su condición de Dios encarnado. Un trompetero abre el cortejo de los Reyes Magos, que van montados en caballos que se alzan sobre sus patas traseras y se cubren con turbantes con dos grandes plumas. Al mismo tiempo, algunos pastores, llenos de júbilo por el nacimiento del Redentor, corren presurosos, por las trochas y veredas, con sus ofrendas hacia el portal de Belén, mientras que otros, después de haber entregado sus humildes presentes, cantan y danzan al son de las sonajas y castañuelas, festejando la llegada al mundo del Rey de los Cielos. Este nacimiento, destinado a la piedad familiar, es, asimismo, una “clara expresión de la Encarnación del Hijo de Dios en la cultura y la tierra propia y patria” (Llompart, 1968, p. 264) y, por lo tanto, un trasunto de nuestro pueblo y el mundo pastoril, con sus atuendos y enseres. Junto a las escenas principales hay una multitud de pastores que reproducen los tipos populares españoles y que, como fiel reflejo de su tiempo, visten igual que los tipos de las láminas de la Colección de trajes de las provincias de España, publicada por Juan de la Cruz Cano y Holmedilla en 1777. Las pastoras aparecen ataviadas con manteos, mandiles, camisas y jubones y cubiertas con sombreros de amplio vuelo, mientras que los pastores visten calzones cortos, polainas, camisas, chalecos, chaquetillas, cinturones y sombreros de paño. Los pastores representan las más variadas faenas domésticas, quehaceres diarios y oficios, tales como atender el ganado, transportar mercancías en burros, cocinar, acarrear agua, etc. A estos oficios se añaden algunos propios de nuestra celebración navideña, como el zambombero y la pavera. Todos estos personajes de barro son, en realidad, un trasunto de los que había en nuestros campos y calles, que, asimismo, podemos encontrar en numerosos grabados y estampas de las publicaciones periódicas y revistas ilustradas decimonónicas. Gracias a estas licencias y anacronismos, el nacimiento no era algo frío y distante en el tiempo y en el espacio, sino que, al hacer tan próximo el relato, las familias se identificaban con lo representado. Por lo que respecta a la posible autoría de estas figuras, que responden a varias manos y calidades, nada es lo que se puede plantear, ya que es muy poco es lo que se conoce acerca de la producción de las figuras de nacimiento en Málaga, al haber desaparecido todo vestigio de sus talleres y no existir tampoco ningún estudio científico sobre los mismos. Pero de este nacimiento no solo es destacable el paisanaje, sino también el paisaje. El hecho de que esté dentro de una vitrina y, por consiguiente, su carácter cerrado, ha posibilitado que la escenografía original llegue hasta nuestros días, frente a los nacimientos que se montaban de manera estacional. La escenografía, en disposición vertical, simula un paisaje rocoso realizado con madera, corcho y cartón. Entre los riscos se sitúan arquitecturas de papel y cartón pintados, como la casa de la Virgen en Nazaret y el palacio de Herodes en Jerusalén, y de barro, caso de la posada de Belén y una fuente, al formar parte de las propias figuras. El paisaje, en un maravilloso horror vacui, se cubre con flores de tela, cuya presencia es simbólica, puesto que se identifica a Jesús con la primavera, una naturaleza en pleno renacimiento por la presencia de Jesús, y conchas, que simbolizan el nacimiento a la vida futura, esto es, la resurrección. Ángel Peña Martín BIBLIOGRAFÍA GARCÍA-VERDUGO, J. M., “Los barros malagueños de Navidad”, Belén 36, Asociación de Belenistas de Madrid, 2018, pp. 62-71. LLOMPART, G., “Los barros folklóricos del belén mallorquín del siglo XIX”, Revista de Dialectología y Tradiciones Populares 4, 1968, pp. 253-264. MARÍN TORRES, Mª T., El arte del diorama y la escenografía en los belenes históricos. Su disposición museográfica actual. Discurso leído el día 2 de mayo de 2021 en su recepción pública, por la Ilma. Sra. Doña María Teresa Marín Torres y contestación del Ilmo. Sr. Don Santiago Delgado Martínez. Murcia, Real Academia Alfonso X El Sabio, 2021. PEÑA MARTÍN, A., La Navidad en España en el siglo XIX. El Nacimiento y sus tradiciones. Zamora, Colección Nacimiento Tradicional Peña Martín, 2016.
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