Ecce Homo

Luis Fernández de la Vega
Hacia 1650
Escultura en madera policromada / 81 x 61 x 41 cm
Santuario de la Virgen del Carmen de Carmelitas Descalzos. Medina del Campo



La iconografía del Ecce Homo, esto es la presentación ante el pueblo de Cristo azotado y coronado de espinas (pasaje evangélico narrado en Juan 19, 5-7), puede rastrearse en el arte español desde los últimos tiempos medievales, difundiéndose sobre todo a partir del siglo XV. Con muy pocas variaciones, Jesucristo aparece desnudo, maniatado, sosteniendo un cetro de caña, cuerda al cuello y con las llagas de la flagelación en todo su cuerpo; tocado con manto de color púrpura sobre sus hombros y una corona de espinas trenzada sobre su cabeza, es la viva imagen de un rey ultrajado que ha sufrido un doloroso proceso de vejaciones y escarnios que culminará con la inmediata crucifixión. En otras ocasiones este tema se desarrolla en el marco de una escena general en la que intervienen varios personajes situados a las puertas del Pretorio, como ocurre, por ejemplo, en las conocidas composiciones de los grabadores Martin Schongauer o Israel van Meckenem.

La existencia en el actual convento de padres carmelitas descalzos -antes de agustinas recoletas- de este busto del Ecce Homo, admitido sin reservas como obra personal del escultor asturiano Luis Fernández de la Vega (1601-1675), tiene su explicación en los encargos que Don Bernardo Caballero de Paredes, obispo de Oviedo y natural de Medina, hace a dicho artista para ornamentar la iglesia del referido convento, obra edificada bajo su patrocinio con el fin de que le sirviera de enterramiento. En efecto, este prelado, tras no llegar a un acuerdo con el Cabildo de la Colegiata de San Antolín acerca de las condiciones de la capilla que estaba construyendo en ella, se decide por financiar las obras del templo conventual de las recoletas (comunidad establecida en 1604), trasladando a este edificio el retablo relicario que había previsto instalar en aquélla y encomendando a Fernández de la Vega, en 1650, la parte escultórica de dos retablos colaterales, dedicados uno a San José y el Niño y otro al Alimento Místico de San Bernardo (Urrea, 1973, pp. 500-502 y Ramallo Asensio, 1983, pp. 41-42), cuyo grupo central no se conserva; asimismo, se le encarga la escultura orante de la hermana del obispo, Dª Catalina de Paredes.

Refiriéndonos ahora concretamente a la representación de medio cuerpo de Jesucristo, variante iconográfica de inspiración italiana y frecuente en la escultura castellana desde las décadas centrales del siglo XVI, el primer ejemplo que conocemos de esta tipología es el excepcional Ecce Homo atribuido a Alonso Berruguete por Arias Martínez y Hernández Redondo (Clausuras II, 2001, pp. 76-77), conservado en el coro alto del convento de la Concepción de Olmedo y fechado hacia 1525; al que seguiría cronológicamente el de Juan de Juni del Museo Diocesano de Valladolid, que el genial escultor francés realizaría poco antes de 1544.

El Ecce Homo que ahora nos ocupa fue atribuido a Fernández de la Vega por Martín González (1985, pp. 474-476), dejando patente la dependencia de los modelos de su maestro Gregorio Fernández, especialmente en el modo de concebir la cabeza del Cristo. Llama la atención la larga cabellera que cae por los hombros y se extiende por la espalda en mechones ordenadamente separados, así como la espesa barba de madejas independientes y minuciosamente talladas de modo similar a la del San José de uno de los retablos laterales. El resultado final de la pieza presenta muchas semejanzas con dos relieves del mismo autor que representan al Resucitado: uno de ellos es el que podemos contemplar en la portezuela del sagrario del retablo lateral del lado del Evangelio en el crucero de esta misma iglesia; el otro, prácticamente idéntico al anterior, es el que remata, en el ático, el retablo de la capilla de San Martín de la catedral de Oviedo, en ambos casos, conjuntos realizados en 1650 y 1652, respectivamente, por Fernández de la Vega en colaboración con Pedro Sánchez de Agrela, ensamblador que ejecutó la parte arquitectónica.

Como ya advirtiera Martín González, se aparta de la estética vallisoletana la forma de concebir el manto, con duros pliegues acanalados y una rica policromía de diferente acabado al habitual en otras obras castellanas de la misma cronología. En definitiva, podemos comprobar en esta magnífica escultura cómo el dramatismo de las primeras representaciones del Ecce Homo ha desaparecido; Jesucristo muestra ahora un rostro sereno con la cabeza ligeramente inclinada y la mirada dirigida a lo alto implorando al Padre el perdón para el género humano, circunstancia que se acentúa con el uso de ojos de cristal.

Antonio Sánchez del Barrio


BIBLIOGRAFÍA

URREA, Jesús, “Aportaciones a la obra del escultor asturiano Luis Fernández de la Vega”, Boletín del Seminario de Arte y Arqueología, tomo XXXIX, Valladolid. 1973, p. 500.

RAMALLO ASENSIO, Luis Fernández de la Vega. Escultor asturiano del siglo XVII,  Oviedo. 1983.

MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José, «Un Ecce Homo atribuible a Fernández de la Vega, en Boletín del Seminario de Arte y Arqueología, Tomo LI, Valladolid, 1985, pp. 474-476.

ARIAS MARTÍNEZ, M., HERNÁNDEZ REDONDO, J.I. y SÁNCHEZ DEL BARRIO, A., Semana Santa en Medina del Campo. Historia y obras artísticas. Medina del Campo, 1996, pp. 88-89.

SÁNCHEZ DEL BARRIO, Antonio, “Ecce Homo”, en Santa Teresa de Jesús y San Juan  de la Cruz. El Encuentro (catálogo de la exposición). Medina del Campo, Fundación Museo de las Ferias, 2015, pp. 160-161.


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