Conjunto de ángeles lampadarios
Anónimo napolitano
Hacia 1600
Esculturas en madera policromada / 90 x 47 x 30 cm y 70 x 37 x 25 cm
Iglesia de Santiago el Real
Se conservan en la iglesia de Santiago el Real seis esculturas de dos tamaños pero de idéntica composición y disposición simétrica tres a tres, que representan a ángeles portadores de antorchas. Muy probablemente formaran parte de un ajuar de ornato destinado a realzar las grandes ceremonias festivas celebradas en la capilla mayor de dicha iglesia, cuando por entonces era el templo del colegio jesuita de Medina del Campo. En este sentido, es bien conocida la protección ejercida por la Compañía de Jesús por los actos de exaltación de la Iglesia Católica contrarreformista, en respuesta a las ideas protestantes de Lutero, a través de aparatosas celebraciones litúrgicas cargadas de oropel y relumbrón, en las que las obras artísticas de estética barroca y el deslumbrante mobiliario de plata jugaban un papel esencial (véase al respecto el estudio que dedica a estas piezas el profesor Parrado del Olmo en el Catálogo de la edición leonesa de Las Edades del Hombre, 1991, pp.265-266).
En este contexto es en el que hay que encuadrar a estos ángeles que, desde el punto de vista iconográfico, corresponden a modelos importados de Nápoles, en los primeros años del siglo XVII, precisamente en unos momentos en los que ya se está consolidando la devoción al Santo Ángel de la Guarda como una de las más veneradas nuevas jerarquías celestes. La composición formal de nuestros ángeles lampadarios presenta grandes semejanzas con otras dos esculturas de ángeles custodios que se conservan en el monasterio de San Blas, en Lerma, que fueron dados a conocer por Jesús Urrea en 1984, y de los que consta documentalmente su origen napolitano y su ejecución entre 1600 y 1610 (llegaron a Lerma en 1614). Muy parecidos, aunque de menor tamaño, son otros ángeles lampadarios que se hallan en un retablo lateral de la basílica de los Santos Vicente, Sabina y Cristeta, en Ávila.
En nuestro caso, destaca a primera vista la excelente talla de las piezas y su rica policromía (es la original), de tonalidades crema y encarnado con estofados en oro de gran calidad, que al ser iluminados cuidadosamente causarían en los fieles un efecto fascinante. La idea de movimiento está muy bien conseguida al presentar las figuras ropajes muy sueltos y alborotados, especialmente en sus remates inferiores que simulan airosos drapeados al viento. Los ángeles muestran una pierna avanzada y las alas extendidas –éstas faltan en varias de las esculturas- portando antorchas de perfil curvilíneo concebidas como trompas de la abundancia que llegan hasta el costado. No hemos encontrado documentación que nos aclare su llegada al Colegio de jesuitas, no obstante es muy tentador ligar su origen napolitano y su cronología, a una posible relación con el gran teólogo jesuita medinense Gregorio de Valencia, del que se conserva en la propia iglesia un retrato del siglo XVII y del que sabemos que murió en Nápoles en 1603.
En los últimos tiempos algunos de estos ángeles se han dispuesto, que sepamos, coronando los pilares de la reja de madera que separaba el crucero de la nave de la iglesia y más recientemente en la predela del retablo de San Martín.
Antonio Sánchez del Barrio