DOCUMENTOS ARCHIVO SIMÓN RUIZ 20 / MARZO – ABRIL 2019
Escritura de concordia entre el regimiento de Medina del Campo y Simón Ruiz para la fundación del Hospital General
Medina del Campo, 23 de abril de 1591
Manuscrito sobre papel / 14 folios
Archivo Simón Ruiz. ASR, H 21,1
El 23 de abril de 1591 tenía lugar, en las casas y ayuntamiento de Medina del Campo, con la presencia de don Diego Ruiz de Montalvo, abad de la colegiata, el otorgamiento y firma de la escritura de capitulación y concordia entre la justicia y regimiento de la villa, de una parte, y Simón Ruiz, vecino y regidor de ella, de la otra, para la fundación y dotación de un Hospital General. La escritura en cuestión trasladaba al papel el ofrecimiento que desde hacía algunos meses venía realizando el acaudalado mercader y hombre de negocios medinense de erigir una capilla, iglesia y hospital para recoger a enfermos y peregrinos de todas las clases, habida cuenta de que el viejo proyecto de creación de un hospital general en la villa, en el que se habían de reunir e incorporar todos los hospitales y cofradías que hacían hospitalidad, siguiendo a este respecto los breves apostólicos y provisiones reales dadas con carácter general para todo el reino desde los años sesenta y setenta, aunque aprobado finalmente en 1587, no había llegado a ejecutarse por, entre otros motivos, resultar insuficientes las rentas de los hospitales reducidos y carecer del edificio adecuado. Confirmada y aprobada por Felipe II mediante provisión real de 23 de abril de 1592, la susodicha concordia tenía presentes el trabajo realizado y las decisiones adoptadas durante el referido proceso de reducción; pero era, ante todo, la expresión del nuevo y renovador impulso –en todos los sentidos– dado al proyecto de creación del Hospital por Simón Ruiz, devenido en protagonista indiscutible de la fundación.
Simón Ruiz, en efecto, se comprometía a gastar de su hacienda 10.000 ducados en la fábrica del edificio y a dotarle con una renta anual de 1.000 ducados, cantidades que incrementaría sensiblemente en su testamento de 1 de abril de 1596. También hacía donación de los ornamentos y objetos necesarios para el culto, y del aceite que debía arder delante del Santísimo, y se obligaba a correr con los gastos de adquisición de las camas y ropa no excediendo de los 300 ducados. A su vez, el abad y el concejo conferían a Simón Ruiz y sus sucesores el patronazgo del establecimiento, y disponían la incorporación de todos los bienes y rentas de los hospitales reducidos. El concejo proporcionaba, además, el “sitio” donde se iba a construir el hospital, y garantizaba la provisión de toda la piedra y madera necesarias para la obra; y, por supuesto, se comprometía a seguir contribuyendo con las mismas 50 cargas de trigo y las 24 carretadas de leña que anteriormente repartía entre los hospitales de El Amparo y Bubas.
La mayor parte de los cincuenta y un capítulos de la escritura de concordia, previa y pacientemente negociados con las autoridades eclesiásticas y concejiles de la villa, trataban de aspectos relacionados con la gerencia y administración del Hospital, y fijaban las obligaciones y cometidos de sus distintos ministros y oficiales. Y detallaban, de manera aún más minuciosa, el orden que se había de tener en la atención y cuidado de los pobres enfermos. Como Hospital General que se pretendía que fuera, puesto bajo la advocación de Nuestra Señora de la Concepción y San Diego de Alcalá, en él se habían de curar, en principio, todo tipo de enfermedades y recibir pobres enfermos “de toda la Christiandad”, pues “la charidad a todos abraça y a nadie excluye”. Dicha finalidad tendría su concreción arquitectónica en el establecimiento, previsto asimismo en la escritura de concordia, de aposentos separados, bien según el sexo de los enfermos, bien según las enfermedades padecidas, e, incluso, en la existencia de vanos abiertos en la pared para el alojamiento de las camas, que garantizaban una cierta intimidad a los asistidos. Semejante división del espacio se imponía igualmente, con idéntico propósito de prevenir cualquier posibilidad de contagio, en las restantes dependencias del hospital –ropero, cocina, lavandería, botica–, así como en los cuartos destinados a convalecientes y peregrinos. Toda una serie de adelantamientos, en suma, que harán de la fundación auspiciada por Simón Ruiz una auténtica novedad dentro del sistema hospitalario de la época. Con ella se cumplían, además, los sueños de eternidad de tan ilustre personaje al que la escritura de concordia reservaba la capilla mayor de la iglesia del Hospital como lugar de su enterramiento.
Alberto Marcos Martín
Catedrático de Historia Moderna. Universidad de Valladolid
BIBLIOGRAFÍA
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