DOCUMENTOS HISTÓRICOS INÉDITOS 2 / ABRIL – JUNIO 2013
Las ferias de cambio al comienzo del siglo XVII
Los cambios en dos diferentes ferias: Piacenza y Medina del Campo

Las ferias medievales de mercancías, que dan vida a un circuito muy amplio y conocen manifestaciones de particular importancia internacional, como las de la región de Champagne, al inicio de la Edad Moderna se desarrollan también en las ferias de cambio que se celebran en Lyon al final del siglo XV. Las ferias medievales ponen en marcha un proceso de desarrollo que ve su inicio con las primeras concesiones de privilegios y franquicias a los mercaderes para estimularlos a que participen en el encuentro, y que culmina con la creación de los consulados de las diversas naciones. Las ciudades que acogen las ferias están interesadas en entrar a formar parte del vasto circuito del comercio.

En la segunda mitad del siglo XVI las ferias de cambios se desplazan al Franco Condado, a Besançon (de donde nace el apelativo de ferias de Bisenzone, que seguirá utilizándose también en las sedes siguientes), y los banqueros genoveses van tomando progresivamente el control hasta conseguir trasladarlas a Italia, primero a Piacenza (1580) y seguidamente, en 1621, a Novi Ligure bajo la jurisdicción del Senado de la República de Génova.

Las ferias de cambio definen el calendario de las finanzas europeas con un ritmo cíclico y puntual. En el curso de pocos días, la feria concentra en un único lugar una cantidad de dinero inmediatamente disponible para el circuito crediticio en forma de adelantos reembolsables tres meses después, precisamente en el encuentro siguiente. Es necesario precisar la naturaleza de las ferias, que deben entenderse como mercados periódicos (con una frecuencia trimestral) del crédito, a través de los cuales es posible transferir tanto ingentes cantidades de dinero como préstamos a la Hacienda Pública o cantidades más modestas resultado de transacciones de naturaleza privada y comercial. De hecho en los primeros años del siglo XVII –al menos hasta la insolvencia de la corona española en 1627- las ferias de cambio son controladas principalmente por los operadores genoveses y esta poderosa institución constituye un mecanismo económico privilegiado para dirigir los préstamos a la Corona de España (asientos) y para rembolsar las inversiones de los particulares (prestamistas e inversores) en la deuda pública castellana (juros).

                                         Los cambios de la feria de marzo de 1617 en Medina del Campo

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Con ocasión de las ferias de cambio, un limitado grupo de operadores financieros acreditados (entre 30 y 60 hombres de negocios) se reúne para regular el conjunto de las órdenes de pagar (libranzas) que afluyen a la feria y la masa de las órdenes de cobrar (remesas). En este contrato de cambio se establece que la parte que recibe una cantidad de moneda presente en la plaza se obligue a hacer que se pague en otro lugar una cantidad de una especie monetaria distinta, pero equivalente. Para fijar la relación entre las distintas cantidades de monedas se debe distinguir aquella que constituye la res del cambio (cierta y estable), de aquella que representa el pretium (incierto y variable). Para concluir un cambio, pues, debe llegarse a un acuerdo sobre el precio de la moneda res. La letra de cambio es emitida por el prestatario de la divisa (librador) que la dirige a un tercer sujeto (librado) para que la pague; sin embargo, la letra es entregada materialmente al dador de la divisa, quien a su vez la envía a un cuarto sujeto encargado del cobro.

 

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Entre las operaciones que los hombres de negocio tienen que hacer en Medina del Campo -como en Piacenza- es relevante la compleja operación de «poner la cuenta», es decir establecer el tipo de cambio oficial frente a las monedas de los principales centros comerciales. A Medina del Campo, en los meses de marzo, junio y septiembre (y a lo largo del siglo XVII también en diciembre), un pequeño grupo de comerciantes-banqueros (a menudo a través de su representante legal) deberá reunirse y ponerse de acuerdo para cotizar no sólo las monedas españolas, sino también las italianas y las flamencas. De esta manera, los hombres de negocios se reúnen en una sala del Ayuntamiento de Medina del Campo para fijar los precios de las diferentes monedas nacionales y extranjeras y permitir la compra/venta de letras de cambio que serán utilizadas para comprar y vender bienes, alimentos, objetos de uso cotidiano, obras de arte y raras especias orientales en todos los rincones del continente europeo. También hay que tener en cuenta que en algunos documentos recientemente catalogados en el Archivo Municipal de Medina del Campo (Fondo Histórico), se destaca el hecho -a menudo negado- que los hombres de negocios siguieron participando en las ferias comerciales de Medina durante todo el siglo XVII, incluso durante las primeras décadas del siguiente siglo.

En estos documentos originales que ahora se exponen (AMMC, H, caja 132-2131) se pueden ver los “cambios” expresados en maravedís (la unidad de cuenta de la contabilidad castellana). Por ejemplo, un mercader en la feria de Medina del Campo en marzo de 1617, debe pagar 444 maravedís para comprar una letra de cambio del valor de un ducado de oro castellano (equivalente a 375 maravedís) que puede ser descontada en Lisboa. Con el fin de obtener una imagen más detallada de las operaciones en la siguiente tabla se presentan todos los “cambios” fijados en cuatro diferentes ferias.

Los cambios en las ferias de Medina del Campo (1615-1619)
  Feria de marzo 1615 Feria de marzo 1617 Feria de septiembre 1617 Feria de septiembre 1619
Piacenza 446 446 458 448
Lisboa 442 444 446 438
Amberes 121 119 121 119
Florencia 391 390 390 398
Valencia 484 485 485 485
Zaragoza 376 376 376 377
Lyon 406 406 406 406
Barcelona 408 408 408 408

Ha de tenerse en cuenta que hay únicamente las cotizaciones de las monedas de seis ciudades y de dos ferias de cambio (de Piacenza, sede de los encuentros feriales italianos y de Lyon, sede de las ferias francesas). Las ciudades españolas de Valencia, Zaragoza y Barcelona parecen ser los “mercados” más seguros porque el “precio” de la moneda local, en los cuatro años, oscila débilmente. Lisboa -el corazón del comercio atlántico-, por lo que demuestran las fuertes fluctuaciones de los cambios cotizados en Medina, representa un “mercado” mucho más inseguro y ciertamente de mayor riesgo. Por último, es interesante observar que la única moneda italiana cotizada en estos años es la “divisa” de Florencia, probablemente el más importante centro italiano de producción textil (tejidos crudos y de lujo), el benchmark –con una definición “moderna”- por los mercaderes de lanas de toda la Península Ibérica.

Claudio Marsilio
Gabinete de História Económica e Social (GHES)
Universidade Técnica de Lisboa