Escultura orante del abad Diego Polanco Giraldo

Luis Fernández de la Vega (atribución) 
Hacia 1660
Escultura en bulto redondo (la cabeza es una réplica)
Piedra arenisca / 142 x 90 x 85 cm (orante) – 80 x 90 x 75 cm (mesa reclinatorio)
Donación de Bienvenido y J. Antonio Fernández a la Cofradía de la Oración del Huerto

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Con la exposición de esta escultura en el Museo culmina un proceso de recuperación y restauración de una obra que durante más de medio siglo ha estado emplazada en una finca próxima a Medina del Campo donde ha sufrido permanentemente las inclemencias del tiempo. Fue trasladada hasta allí tras la lamentable demolición de la iglesia de la Vera Cruz, ocurrida entre septiembre de 1961 y marzo de 1962.

La pieza es el bulto funerario de D. Diego Polanco Giraldo, abad de la Colegiata de San Antolín entre 1637 y 1657, del que sabemos que anteriormente había sido beneficiado de la iglesia de San Salvador. Bajo su mandato en dicha parroquia se produjo el traslado de su feligresía, junto con la de Santa María del Castillo (ambas enclavadas en La Mota), a la iglesia penitencial de la Vera Cruz; esto ocurría en 1634, apenas 46 años de acabar su construcción. En este templo, Dª Mª Ángela Polanco y su esposo Francisco Ortega Lara habían fundado una capellanía en 1616 dedicada a la Inmaculada Concepción y décadas después, en 1662, la hermana del abad, Dª Ana de Polanco había creado una fundación “a favor de dos feligresas desheredadas”, al tiempo que encargaba un monumento funerario para su hermano. En esta capilla, en una hornacina situada en el lado del evangelio del desaparecido templo, va a ser  donde se entierre a nuestro personaje y luego a su hermana (según constaba en una desaparecida lápida con inscripción), bajo el bulto funerario labrado en piedra situado en el interior de una hornacina.

De este conjunto conocemos dos referencias: la primera es la que Antonio Ponz hace en su Viaje de España, tras su visita a Medina en 1783: “En la [iglesia de] Santa María del Castillo hay en la pared, al lado derecho del presbiterio, un nicho, y en él una estatua de D. Pedro [sic] Polanco, abad que fue de esta Colegiata”. La segunda corresponde al cronista Gerardo Moraleja, quien en su Historia de Medina del Campo (escrita hacia 1940) dedica a la obra las siguientes palabras: “Al lado izquierdo del crucero está la capilla llamada ‘de las Abadesas’ porque dos hermanas del abad D. Diego Polanco –hijas del Dr. Polanco, médico renombrado en la villa- constituyeron en ella una capellanía y erigieron digno mausoleo a su hermano el abad”. Conocemos bien el estado de conservación de la pieza en 1920-1921, es decir, cuarenta años antes su traslado, gracias a una espléndida fotografía de la escultura realizada por el historiador del arte alemán Georg Weise.

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El abad aparece arrodillado sobre dos almohadones y ante un sitial, revestido con los ropajes de su condición eclesiástica y con las manos unidas en actitud orante. Sobre la mesa reclinatorio aparece un libro abierto y un bonete de cuatro puntas. Las características de la talla de la piedra recuerdan las de alguien que conoce de cerca la obra de Gregorio Fernández, del que toma varios de sus recursos, de manera especial la hechura de pliegues muy quebrados, anchos y profundos que podemos apreciar en la capa del personaje y en el paño que cubre el sitial. Este uso de pliegues duros, unido a la composición piramidal de la pieza, nos acerca a la producción artística de Luis Fernández de la Vega, uno de los escultores del que se admite su formación en el taller del maestro y del que conocemos documentalmente su actividad en Medina del Campo, precisamente en la década central del siglo XVII, momento en que fechamos la obra. Por esos años, este artista asturiano está realizando en nuestra villa varias obras para el templo de las agustinas recoletas (hoy de padres carmelitas) bajo el patrocinio del ilustre medinense y obispo de Oviedo D. Bernardo Caballero de Paredes. En dicha iglesia conventual se conserva la estatua orante de Dª Catalina Paredes, realizada en 1653, en su momento atribuida por Jesús Urrea a Fernández de la Vega, en la que se repiten las mencionadas soluciones compositivas y detalles de estilo.

Antonio Sánchez del Barrio

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