Resurrección

Anónimo castellano
Último cuarto del siglo XVI

Óleo sobre tabla / 72 x 57 cm
Convento de San José. Madres Carmelitas Descalzas. Medina del Campo

 

resucitado

 

El misterio de la Resurrección es, sin duda, el dogma fundamental del Cristianismo y por ello su representación plástica es muy abundante en el arte occidental. Sin embargo, como apunta Louis Réau en su Iconografía del Arte Cristiano, hasta el siglo XI las representaciones de esta escena son esencialmente simbólicas tomando como referencia indirecta el tema de “Las Santas Mujeres ante el Sepulcro”. Desde la baja Edad Media, va formándose paulatinamente la iconografía concreta del episodio –cuya narración no consta de forma expresa en los Evangelios- estableciéndose un modelo general sin grandes variantes: Jesús aparece envuelto por una luz refulgente, de pie o levitando sobre el borde de un sarcófago sellado, y portando la cruz estandarte del triunfo de la vida sobre la muerte, al tiempo que bendice con su mano derecha. También se representan junto al sepulcro los guardianes encargados de custodiarlo por mandato de las autoridades judías (de éstos sólo se habla en el Evangelio de Mateo). 

Los elementos iconográficos descritos aparecen puntualmente en esta tabla de la Resurrección conservada –no sabemos desde cuándo- en la clausura del Convento de San José, segunda fundación de Santa Teresa. Así,  la figura central de Cristo, estilizada y muy elegante, parece emerger de un halo luminoso, mostrándose ligeramente flexionada, como mecida por la acción del viento que también sopla con fuerza sobre el manto rosado, haciéndolo ondear como una vela. Es, sin duda, el personaje más conseguido y el que más nos acerca a los recursos manieristas de las últimas décadas del siglo XVI.

Las restantes figuras, los guardianes que aparecen a ambos lados del sepulcro son soldados vestidos a la romana cuyas composiciones, mucho más convencionales, han sido tomadas de estampas que reproducen obras maestras de Renacimiento italiano. Así, el profesor Collar de Cáceres identifica al soldado que se protege con el escudo (situado a mano izquierda) como la imagen especular de un personaje idéntico que aparece en el fresco de la Conversión de San Pablo, de Miguel Ángel (en la capilla Paulina del Vaticano); esta obra, realizada en 1543, se difunde por toda Europa a través de una estampa realizada por Nicolás Beatrizet que, muy probablemente, sea la que conoce el anónimo autor de esta tabla. Del mismo modo, Manuel Arias ha encontrado las semejanzas más que evidentes que existen entre el soldado de nuestra tabla que está a punto de desenvainar (a mano derecha) con otro idéntico que aparece en otra Conversión de San Pablo, en este casocomposición original de Francesco Salviati y llevada al grabado por Enea Vico en 1545. En ambos casos, los trasuntos de las figuras mencionadas parecen indiscutibles y, además, el hecho de encontrar este mismo último soldado en el retablo de Ntra. Sra. del Rosario de la ermita de Sta. Lucía, en Campillo de Aragón (Zaragoza), nos confirma la enorme difusión del modelo iconográfico a través del uso de estampas.

Por último, nos queda incidir en la autoría de la obra, hasta el momento tan sólo relacionada con el entorno del pintor medinense Luis Vélez (+ 1575), del que sí conocemos una Resurrección suya documentada (para el retablo del Descendimiento de la iglesia de San Miguel (1558-1560), actualmente en la Colección BBVA). Dicha tabla de Vélez, en la que podemos advertir recursos similares –escudos y armaduras, barba en pico del Resucitado, tonalidades parecidas, etc.-, presenta sin embargo modelos más simplistas y acartonados, con un modo de iluminar la escena muy diferente y de menor complejidad que el de la tabla de las MM. Carmelitas de San José.

Antonio Sánchez del Barrio