Con la exposición «Grabados y estampas de ferias y mercados (siglos XVIII-XX)», organizada conjuntamente por la Diputación de Valladolid y la Fundación Museo de las Ferias, se quiere llamar la atención sobre la importancia que han tenido en la sociedad tradicional estas reuniones comerciales, auténtico eslabón entre las grandes ferias de tiempos medievales y modernos, y los mercados especializados y muestras monográficas que conocemos en nuestros días. En este sentido, no cabe duda que el trueque o la compraventa de mercancías ha sido siempre una de las actividades vitales que el hombre ha desarrollado en sociedad y, en todo caso, factor esencial de su progreso económico y florecimiento cultural. De hecho, el mercado ha sido y aún sigue siendo un marco inmejorable de comunicación y relación social, ya sea en el escenario de la compra diaria de productos de primera necesidad o en la feria semanal con la concurrencia de los comarcanos a su villa de cabecera.
En la sociedad tradicional, y especialmente durante el «largo siglo XIX», un día de mercado -y fiel testigo de ello son las imágenes que se pueden contemplar en esta muestra- suponía mucho más un simple encuentro de carácter mercantil en el que intercambiar, comprar o vender productos; en realidad, era un día de fiesta mayor en toda regla en el que se reflejaban los más variados comportamientos sociales, desde el del buhonero ambulante al del rico mercader; en el mercado se daban cita las más variopintas formas culturales de gentes de distinta procedencia, constituyendo una puesta en escena del contraste enriquecedor de diferentes formas de vestir, de alimentarse, de expresarse, de negociar,… en suma, de convivir y entenderse. En este punto, debemos recordar dos datos fundamentales que explican la transformación sufrida por las ferias y los mercados locales en este período: de un lado, la extraordinaria mejora conocida por las comunicaciones y los medios de transporte (especialmente con la llegada del ferrocarril, el telégrafo y la expansión de los servicios postales) que van a incidir notablemente en las hasta entonces imprescindibles ferias anuales; y, de otro, la reglamentación legislativa de 1853 sobre ferias y mercados, por la cual los Ayuntamientos pueden ya establecer, trasladar o suprimir estas reuniones económicas sin necesidad de concesiones o autorizaciones superiores.
En el conjunto de estampas originales reunidas en esta exposición se presentan imágenes de azogues y mercados, vendedores callejeros, mercaderes «andantes en ferias»,… todas ellas creadas y grabadas por artistas españoles o extranjeros cuya actividad se desarrolla en el citado «largo siglo XIX»; esto es, entre el último cuarto del siglo XVIII, momento en el que se inicia un período de transformaciones sociales y económicas de amplia repercusión, hasta el primer cuarto del siglo XX, tiempo en el que empiezan a sucederse de manera imparable los progresos tecnológicos que llegan a nuestros días. Muy resumidamente, podríamos clasificar las estampas en tres grandes grupos: el primero, el de los vendedores callejeros y sus pregones a viva voz; el segundo, el de las imágenes «románticas» de ferias y mercados decimonónicos, compuestas por pintores viajeros extranjeros, junto con otras del mismo tenor publicadas por artistas españoles en la célebre revista La Ilustración Española y Americana; por último, el de los ambientes feriales de las primeras décadas del siglo pasado, reflejados en las litografías de la obra Old Spain, publicada por Muirhead y Gertrude Bone en 1936.
En el primero de ellos, el dedicado a los vendedores callejeros y a los «gritos de la calle», se recogen estampas de personajes con sus mercancías, procedentes de colecciones tan conocidas como la de los hermanos Juan y Manuel de la Cruz Cano y Olmedilla (Colección de trajes de España, 1777), fuente inspiradora de otras muchas imágenes de tipos y personajes populares publicados posteriormente en toda Europa; asimismo, de la Colección General de los Trages que publica a partir de 1801 el artista valenciano Antonio Rodríguez (Colección General de los Trages…), en series que también estamparon grabadores de renombre como Joseph Vázquez, Francisco de Paula Martí Mora o Manuel Albuerne; y, en tercer lugar, de la serie de carácter costumbrista de Miguel Gamborino Los gritos de Madrid (Calcografía Nacional, 1809-1817), elenco muy representativo de los vendedores del mercado madrileño de los comienzos del siglo XIX, bajo cuyas figuras aparecen los «gritos» o pregones con los que ofrecían sus mercancías o servicios. Otros oficios y profesiones, especialmente la de los aguadores callejeros, es recogida en estampas publicadas en colecciones de láminas de trajes, como las calcografías de José Rivelles y Juan Carrafa (1825) o las litografías de Paul Hadol («White») y Langlumé, sobre pinturas de Pigal, publicadas en París en torno a 1860.
El segundo grupo que proponemos agrupa estampas de gran calidad técnica, compuestas por dibujantes y pintores viajeros, en su mayoría de procedencia francesa y anglosajona, que llegan a España por diversas razones de tipo militar, religioso o diplomático, pero siempre influidos por las ideas románticas tan de moda en aquel momento. Buscan edificios monumentales, rincones pintorescos, personajes de leyenda y costumbres ancestrales con que ilustrar, sobre todo, futuras publicaciones que se imprimirán generalmente en sus ciudades de origen; ante estas circunstancias, no cabe duda que el ambiente de los mercados callejeros y las ferias semanales serán escenarios propicios donde llevar a cabo sus rastreos. Entre otros artistas de este género citamos a Edward Hawke Locker (1777-1849), David Roberts (1796-1864), Harry Fenn (1845-1911),.. y, con ellos, al más célebre de los paisajistas románticos españoles, el gallego Jenaro Pérez Villaamil (1807-1854). Por sus obras conocemos de primera mano los «azogues» y plazas de mercado de Segovia -el «azoquejo»- junto al acueducto; la de «Portugalete» en Valladolid, situada junto a la catedral con la torre de la iglesia de la Antigua al fondo; la de Valencia, la de Carmona, la de Sevilla, etc.; incluso la llegada de los carros cargados de mercancías a la ciudad de Salamanca por el puente romano, o a Granada por la monumental Puerta de Bibarrambla. En estas imágenes, además de las referencias monumentales que enmarcan las escenas, podemos contemplar los diferentes modos de vestir que nos sirven para identificar a los personajes representa dos según fuera su oficio y procedencia social.
También a este apartado corresponde una decena de xilografías aparecidas en La Ilustración Española y Americana (y en sus homónimas publicadas en París y Londres) en las últimas décadas del siglo XIX. Esta revista, fundada en 1869 por Abelardo de Carlos, fue la publicación ilustrada más importante de su tiempo y en ella podemos encontrar numerosas imágenes con costumbres tradicionales, tipos populares, y -las que ahora nos interesan- escenas cotidianas de mercados callejeros y vendedores ambulantes. Compuestas en muchos casos a partir de instantáneas fotográficas remitidas por corresponsales, las ilustraciones se realizaban según la técnica de la estampación xilográfica a contrafibra -con la que se consiguen imágenes de sorprendentes claroscuros- o bien siguiendo procedimientos de origen químico dando como resultado excelentes colografías. Entre las recogidas en esta exposición, cabe destacar por sus dimensiones la representación panorámica de la Feria de Sevilla de 1881, obra de Ruidavets sobre fotografías de Antonio Rodríguez, con una inacabable serie de escenas de compraventa de ganado; de otra parte, las que muestran mercados callejeros como los de la caza en Madrid, del pescado en Granada, o de la fruta en Málaga; o los ya instalados en modernos edificios de hierro y cristal como el de los Mostenses de Madrid o el del Campillo de San Andrés en Valladolid. Los dibujantes y grabadores que realizan estas estampas son artistas muy considerados en su tiempo (recogemos estampas de Bernardo Rico, Arturo Carretero, Francisco Pradilla o Marcelo París) y sus composiciones nos recuerdan el bullicio y los aromas de los viejos mercados finiseculares.
Por último, como ejemplo de representaciones de mercados de la primera mitad del siglo pasado, se han recogido varias estampas litográficas publicadas en el libro de viajes de Muirhead y Gertrude Bone Old Spain (Londres, 1936), donde aparecen escenas de mercados semanales de ciudades con viejas raíces feriales: Salamanca, Medina del Campo o Sahagún, en las cuales es evidente su composición a partir de fotografías obtenidas durante su viaje por España.