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El edificio monumental por excelencia de Medina del Campo es sin lugar a dudas el Castillo de la Mota. Sus más remotos orígenes hay que buscarlos, más que en explicaciones legendarias tan comunes en este tipo de construcciones militares, en pruebas arqueológicas y documentales que, en estos últimos años, se están revisando pormenorizadamente con motivo de la ejecución de su Plan Director de Restauración.
Proceso de construcción
Hasta la aparición de nuevas noticias que confirmen o desmientan las conclusiones aceptadas hasta el momento, se admiten como las más antiguas las partes de lienzos aprovechados de las primitivas murallas del último tercio del siglo XII, concretamente las que forman el ángulo suroeste tanto del antiguo recinto como del castillo actual. Este enclave esquinado es grandiosamente ampliado durante la segunda mitad del siglo XV, bajo los sucesivos reinados de Enrique IV y los Reyes Católicos, dando como resultado el espectacular castillo que hoy vemos (las citas anteriores de la «fortaleza de la Mota», se referirán al conjunto de la villa amurallada de dicho cerro, más que a un hipotético alcázar anterior del que nada conocemos).
En las primeras obras de su construcción, hacia la década de los sesenta de ese siglo, los citados lienzos se afianzan por verdugadas de ladrillo, todavía visibles, a la vez que se aumenta su altura. La puerta oeste de aquel primer recinto murado, que había sido ampliada en el siglo XIV, sigue manteniendo su condición de puerta de la primitiva villa, provista por dos torreones en los flancos. También en este tiempo del reinado de Enrique IV se construyen de forma independiente la torre del homenaje y dos muros que forman un reducto, núcleo del actual castillo. En 1468, se habla ya del «alcázar, fortaleza y torre de la Mota».
En una segunda etapa, entre 1479 y 1482, ya reinantes los Reyes Católicos, se construye la barrera exterior escarpada y dotada de torretas cilíndricas, tanto en los ángulos como en el puerta principal de acceso; esta pieza resulta ser absolutamente novedosa en la época y de singular interés para el estudio de la tecnología militar de nuestros castillos, estando dotada de varias galerías subterráneas intercomunicadas y un buen número de espacios dedicados a la defensa del baluarte. Sabemos que en la ejecución de esta colosal barrera intervienen, entre otros, los alarifes Abdallah y Alí de Lerma. También en este momento se construye el torreón occidental en el lugar donde se alza la puerta oeste de la «villa vieja», perdiéndose a partir de entonces dicho acceso.
Las reconstrucciones de nuestro siglo
Entre los siglos XVI y XIX, la fortaleza se va desmoronando paulatinamente y ya en nuestro siglo va a pasar de ser una imponente ruina a un monumento salvado definitivamente de la destrucción. En 1903 se aboga públicamente por su restauración y un año más tarde es declarado Monumento Nacional. Estos buenos augurios fructifican en la primera reconstrucción parcial, llevada a cabo entre 1905 y 1914, a la que siguen otras tres posteriores entre los años 1916 y 1932. Entre 1939 y 1942 se lleva a cabo la reconstrucción del recinto interior que culmina con su puesta en servicio en ese último año. En la presente década, una restauración integral trata de devolver al Castillo su primitiva imagen al tiempo que se afianza toda su estructura.
Un parque de artillería y una fortaleza inexpugnable
Dedicado entre otros fines a Archivo de la Corona en tiempos de Enrique IV (Carlos V será quien ordene el traslado de los legajos a Simancas), sus descomunales proporciones nos hablan de su destino originario ligado a constituirse, en tiempos de los Reyes Católicos, en el principal baluarte militar de Castilla, al tiempo que gran depósito de piezas artilleras; como tal, fue uno de los objetivos fundamentales de la guerra de las Comunidades y, por ello, en 1520, ante la negativa de los medinenses a ceder su artillería a los realistas, tiene lugar la desgraciada «quema de Medina» que arrasa buena parte de la Medina ferial. Por otra parte, la inexpugnabilidad de su poderosa torre de homenaje, convirtió a nuestra fortaleza en la más segura prisión de Estado y, de este modo, importantes personajes como el duque de Calabria, César Borgia, Diego Hurtado de Mendoza, Hernando Pizarro, Rodrigo Calderón y un largo etcétera fueron encerrados en ella. Tras más de tres siglos de abandono, en 1942 fue nuevamente ocupado, esta vez como Escuela de Formación de la Sección Femenina; desde 1984 depende de la Junta de Castilla y León, y es lugar de encuentro de importantes congresos y acontecimientos culturales.
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Descripción
En una rápida descripción de sus partes digamos que el castillo es de planta trapezoidal y se accede a él por un puente, en otros tiempos levadizo, ante el que se abre un arco de entrada entre dos torretas, presidido por el escudo de los Reyes Católicos flanqueado por sus emblemas; caminando hacia la torre por el espacio entre murallas se llega a la puerta del recinto interior que se halla ligeramente elevado. Todo lo construido en el patio de armas, así como en las dependencias dispuestas en su derredor proceden de la reconstrucción realizada tras la Guerra Civil, siguiendo las huellas y restos que quedaban tanto en la planta como en los muros de carga; con esta premisa se levantaron tres lados porticados de dos plantas con arcos apuntados en la baja y adintelados en la alta, con arreglo a modelos históricos contemporáneos a la edificación del castillo; en el flanco restante se levantó una reproducción exacta de la portada gótica del hospital madrileño de Beatriz Galindo, la Latina, que consta de arco apuntado de acceso decorado a base de bolas, sobre el que aparecen los escudos de los Ramírez y los Galindo, y las esculturas del grupo del Abrazo de San Joaquín y Santa Ana protegidas por doseletes; enmarca el conjunto un alfiz bellamente ornamentado. Entre las dependencias de la planta baja cabe destacar la capilla dedicada a Santa María del Castillo. A la planta superior se sube por una escalera en piedra, reproducción también de la existente en el citado hospital de la Latina; entre las estancias que aquí se hallan destaca el salón de honor donde se conserva otro tríptico flamenco de gran interés y otras muchas obras artísticas; de este espacio se accede al llamado «mirador o peinador de la reina», estancia situada en el interior de uno de los torreones del lienzo meridional que aún conserva la bóveda de cañón de arco ojival, cuya tracería aún mantiene parte de su policromía original.
La torre del homenaje
La gran torre del homenaje, de casi cuarenta metros de altura y actualmente de cinco pisos, es de planta cuadrada y está rematada en su parte más alta por ocho torrecillas angulares, dos por esquina, con una línea volada de matacanes entre ellas; en el centro del piso superior se levantaba una torre caballera también almenada, hoy inexistente. Como hemos visto, era el lugar de alojamiento de los presos más ilustres debido a lo inexpugnable de su construcción y a su carácter exento con respecto al castillo. Sus dos pisos más bajos, reconstruidos, son de planta octogonal y el tercero cuadrado; los dos últimos son los más interesantes por conservar sus primitivas bóvedas de cerramiento superior: en el cuarto piso, la planta cuadrada se cubre con una bóveda que se transforma de octogonal a poligonal de dieciséis lados gracias a sucesivas series de pequeñas trompas a modo de mocárabes; en el último, la bóveda es octogonal de pechinas. Desde el piso más alto puede advertirse, además de una bella vista sobre la villa y su Tierra, el carácter estratégico de la construcción donde confluyen en línea recta todos los antiguos caminos y cañadas que se llegan hasta Medina.
Datos tomados del libro de Sánchez del Barrio, A., Medina del Campo, la Villa de las Ferias. Salamanca, Ámbito Ed., 1996
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